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PRINCIPIOS

  • Partimos de la certeza de la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios (DA, 2007, núm. 104). Buscamos dignificar a la persona por medio de la educación. Educamos para la humanización, para la búsqueda del bien común, la solidaridad, el encuentro con los otros, la vivencia de la comunión y la fraternidad, para que cada uno se sienta hermano y responsable del otro.
  • Formamos para la trascendencia. Nuestra educación es Cristocéntrica, porque Jesús y su Evangelio son el centro y razón de ser de nuestros colegios. Conducimos a los niños y jóvenes al encuentro con Jesucristo vivo, y la vivencia del amor con Dios y con los hombres (DA, 2007, núm. 335).
  • “Educamos para la asimilación crítica, sistemática e integradora del saber y de la cultura” (DP, 1979, núm. 1040), buscamos la integralidad, entendida como la formación basada en convergencia de los saberes.

La Madres Julia educaba desde la dinámica del acompañamiento, combinando suavidad y firmeza, tomando en cuenta que todas las personas son diferentes. Estaba convencida de que la educación ante todo debe formar la voluntad en la búsqueda constante del querer de Dios, promoviendo actitudes y comportamientos coherentes con el Evangelio.

FINES

  • Nuestra primera tarea educativa es que los niños, adolescentes y jóvenes se humanice, nada más evangelizador que humanizar al hombre a la mujer.

    Frente a toda educación individualista y mercantilista-competitiva, basada en el afán elitista de prestigio o de poder y riqueza, proponemos una educación evangelizadora y, por tanto, humanizadora, haciendo eco de las palabras del Papa Francisco de una “Iglesia en salida”.

    Los colegios de las Misioneras Hijas de la Purísima Virgen María, son escuelas católicas, “porque los principios evangélicos se convierten para ella en norma educativa”, con una especial dimensión “humanizadora” (DP, 1996, núm. 1025) y profética, desde los valores evangélicos de amor, libertad, solidaridad, justicia, verdad, orden, alegría y trabajo.

    Proporcionamos los elementos para la configuración de personalidades fuertes y maduras a nivel humano y espiritual, teniendo especial cuidado en la “preparación de líderes, hombres y mujeres de iniciativa, con sentido de responsabilidad personal, capaces de tomar decisiones y vivir con propia personalidad” (Navarrete, 1965, p. 8). De tal manera que sean capaces de incidir positivamente en su entorno, con un compromiso claro con la sociedad, la iglesia y nuestra casa común.

    Se trata de una educación sólida y abierta que rompe los muros de la exclusividad, promoviendo la riqueza y la diversidad de los talentos individuales y extendiendo perímetro de la propia aula en cada sector de la experiencia social, donde la educación puede generar solidaridad, comunión y conduce a compartir.

CARISMA

  • El carisma de la Congregación de las Misioneras Hijas de la Purísima Virgen María, es amar y consolar, mismo que es un estilo de vida.

    Amar y consolar desde la educación es el encuentro, el compartir con el otro, la cercanía, la calidez. Hacemos vida este carisma de amor y consuelo desde el ser presencia, cercana, amable, compasiva y alegre, con todo aquel que se cruce en nuestro camino, de manera muy especial con quienes más nos necesiten.

    El consuelo es la esperanza que no sólo aplica en momentos de tristeza, sino también para generar ánimo, escucha, compañía, y esto lleva a un proceso de crecimiento continuo.

    Por otro lado, también se requiere sanar las heridas que se están viviendo en la sociedad, desde una buena formación católica, con valores, que se logren personas con ideales y líderes potenciales para que den lo máximo y lo mejor de sí mismos en bien de su propia realidad.

VALORES INSTITUCIONALES

¡Amar y consolar es nuestra vocación!

AMOR O CARIDAD:

es la virtud, valor y actitud evangélica por excelencia del cual se desprende todo lo demás. Brota de la experiencia que tenemos de Dios y propiciamos en nuestros alumnos; ellos, al experimentarse amados como hijos suyos, con todo lo que son, lo proyectan a través de actitudes de servicio, solidaridad, disculpa, compasión y compromiso, en el cuidado de la casa común y del hermano, en especial con el más cercano y necesitado. “Con aquel más insignificante con quien hayas hecho el bien, conmigo lo hiciste…” (Mt. 25, 31-46).

ALEGRÍA:

calidad interior contagiosa, de origen espiritual, se experimenta cuando estamos en armonía con nosotros mismos, con la naturaleza, con Dios y en comunión con los demás. La alegría es fruto del orden, del amor y del consuelo, de quien experimenta a Dios en su vida; trae consigo la capacidad de innovación, de admiración, de ver con ojos positivos lo que acontece a nuestro alrededor, la naturalidad y disponibilidad en el actuar.

LIBERTAD:

el ser humano es libre por naturaleza y está destinado a vivir en libertad, para autodeterminarse, decidir y ser dueño de sus actos. La libertad es un valor que brota de la verdad. “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Es el valor de quien se sabe haciendo como ser humano, como cristiano, como alumno… lo que debe, lo que más le ayuda, lo que le hace pleno/grande y enaltece a sus semejantes. Quien se experimenta libre en el verdadero amor a Dios y a la vida, a sí mismo y al hermano, realmente hace lo que quiere, porque aquello que quiere es lo que por un buen discernimiento sabe, más le favorece.

JUSTICIA:

la justicia como valor es el principio moral de cada individuo que decide vivir dando a cada quien lo que le corresponde o pertenece. La justicia forma parte de los valores sociales, morales y democráticos, de allí deriva su importancia. Quien pertenece a una comunidad educativa de las Misioneras Hijas de la Purísima Virgen María conoce y practica no sólo la justicia humana, sino la divina.

ORDEN:

es armonía, belleza interna y externa en nuestras facultades, pensamientos, afectos, sentimientos y en todo lo que nos rodea. Es fruto del discernimiento en la vida diaria, es dar a cada persona y cosa su lugar, consiste en jerarquizar valores de vida, manejar emociones que nos hagan más conscientes de lo que somos y hacemos; el orden trae también consigo la cualidad de la organización en el diario vivir y en las tareas asumidas.

TRABAJO:

además de ser por naturaleza ley de vida y de superación personal y social, es el valor del dinamismo, todo lo transforma, lo eleva, lo alcanza, y contribuye al desarrollo de la sociedad. El trabajo dignifica al hombre y a la mujer porque nos asocia a la obra creadora de Dios. Implica asumir compromisos y llevarlos a cabo con responsabilidad para cumplir lo encomendado y lo que nos proponemos hasta el final, imprimiendo en ello el espíritu personal y carismático. El trabajo implica muchas veces cruz, sin embargo, Jesucristo nos da ejemplo de cómo se lleva hasta las últimas consecuencias, dándole un sentido redentor, siempre a favor de otros, ya que es el compromiso práctico de amar y consolar al hermano.

VERDAD:

uno de los tres atributos universales de Dios (único, bueno y verdadero). La verdad es la adecuación de la inteligencia con la realidad. Es un valor y una disposición de la persona que busca vivir en rectitud, autenticidad y congruencia con el Evangelio; implica la actitud de mantener en todo momento la veracidad en las palabras y acciones. La verdad es también honestidad, y tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad. “Esto es bueno y grato ante Dios Nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 3 – 4).